miércoles, 28 de noviembre de 2007

Prescindibles e imprescindibles

De alguna manera soy prescindible para algunos e imprescindible para otros. Prefiero lo primero ya que más de una vez viene a mi memoria aquello de que los “cementerios están llenos de imprescindibles”. Y como seguramente algún día me han de querer llevar para “la quinta del Ñato” (como decía mi abuelo) prefiero que piensen que soy prescindible, en una de esas, por ese motivo, me dejan pacer un rato más por estas tierras…
Pero esta situación viene a cuento de algo que suele sucedernos muy a menudo: ser prescindibles e imprescindibles según quien nos mire y según quien nos juzgue. Por ese motivo, tal vez, no debamos ser tan exigentes con nosotros mismos a la hora de juzgarnos.
Un buen padre o madre es imprescindible para su familia y sus hijos. Pero, a lo mejor, es un verdadero chambón para los negocios o para el trabajo. Porque, convengamos, todo esto tiene mucho que ver con el famoso éxito. Alguien es considerado imprescindible cuando trae de su mano el éxito. Económico, deportivo, social. Pero en este mundo que nos toca vivir, el éxito privado, el que conseguimos entre nuestras cuatro paredes, entre nuestra familia, nuestros amigos, nuestros vecinos, no siempre es valorado públicamente como corresponde. Y lo público se hace tan relevante cada vez más!
Tanto, que prácticamente, tanto en la televisión, en la radio, en los diarios, lo que nos pasamos escrudiñando es la vida de los demás. De los llamados famosos. De los exitosos que hacen público aquello que les conviene, ocultan lo que no les conviene, y son “modelos” para la sociedad.
Somos con los demás como no queremos que sean con nosotros. Yo a Maradona lo elijo para jugar en mi equipo, pero no lo elegiría para cuidar a mis sobrinos. A Bush como aliado para la guerra, pero no le dejaría que me cortara el pelo. A Nazarena Vélez como novia, pero no como novia de un hijo mío.
El secreto, tal vez, está en ser conscientes que somos importantes, pero que no somos importantes para todos. Y eso no es ninguna deshonra, ni ningún mal. Es asi, porque así es la vida. Así, que, mis amigos, no debemos amargarnos por lo que no tiene que amargarnos. Parece fácil, no? Sé que no lo es, y como humano, lo vivo en carne propia, pero es bueno recordarlo de vez en cuando.
Por último una reflexión actual. Como dijo Victor Hugo “la clase obrera va al paraíso”. Victor Hugo el relator no el escritor, eh! Je, je, hace mucho tiempo que dos equipos de los llamados chicos no sale campeón. Así que felicitaciones a quien definitivamente se corone: Lanús o Tigre. Y a todos sus esforzados muchachos que sin los millones, ni las luces, ni la prensa, de los jugadores de equipos grandes, les han puesto la tapa a todos y han hecho felices a dos populosas ciudades del conurbano bonaerense. El fútbol tendrá un campeón que nunca lo había sido antes. Como para renovar esperanzas, no?
Todo se puede. Nunca digas nunca.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Nostalgia por "nuestro hogar"

Nuestro regreso triunfal al café del Gallego se vio engalanado por los tradicionales alfajores que se compran para esas ocasiones. Qué cosa rara, no? Veranee uno en Río Grande, en Humahuaca, en el Valle de la Luna o en Santa Teresita, siempre habrá un lugar donde le ofrezcan los “verdaderos” y sabrosos alfajores regionales. Habría que hacer un recuento de regionalismos para comprobar que debe de haber más de 3000 alfajores distintos en nuestro país para recordar el lugar que visitamos.
Bueno, nuestro regreso, (el del Tano, el Polaco y el mío) se vio un tanto opacado con la presencia de un nuevo personaje en “nuestra” mesa de café. En efecto, durante nuestra ausencia el joven galeno que fuera motivo de algún comentario en esta columna a raíz de su noviazgo con una bellísima joven, se sumó a nuestra tertulia diaria. No es que me moleste, pero vio? Cuando las cosas suceden sin que seamos los protagonistas, en general, no nos gustan mucho. Pero bueno, lo hecho, hecho está y luego de un par de palabras me he dado cuenta que el joven galeno más de una vez será protagonista de estas líneas.
Luego de las consabidas cargadas por el tostado de nuestra piel, las incisivas preguntas sobre nuestro desarrollo amoroso durante la estadía en la playa, y los comentarios al vuelo para ponernos un poco al día de lo que sucedió durante nuestra ausencia en la querida aldea, cada uno volvió a la normalidad y el Gallego, en un rapto de inusitado desprendimiento, invitó café para todos. Todo un milagro.
Mientras la conversación giraba en torno del fútbol de verano, me sumergí en la lectura de los diarios que no pude leer durante mi ausencia.
En tanto continuaba con mi lectura, Chiquito Grosso y el Pelado Manchais comenzaron a trenzarse (como de costumbre) por el tema energético. “Y los cortes que todavía va a haber!!” Comentaba el Pelado, “si el gobierno no tiene ni la más pálida idea de cómo solucionar este tema”. “Pero escuchame, Pelado, esto no es de ahora. Si decís que el gobierno no tiene la más mínima idea de qué hacer, tenés que decir que los últimos 40 años los gobiernos no planearon nada en el tema energético. Lo que pasa es que para un país que no crece, la energía siempre sobra, para un país que crece nunca alcanza, eso es lo que pasa!!” retrucó Chiquito.
“Y encima nos quieren encajar esas lamparitas chinas que más que luces parecen luciérnagas!” continuó el Pelado sin darle bolilla al comentario anterior. La conversación tuvo idas y vueltas con participación de casi todos que expresamos nuestra opinión. El Rulo Thompson, el Coti Verguini, el Tano y hasta el reciente incorporado joven galeno participaron de la misma.
Y ahí me di cuenta que cuánto extrañaba estar en casa. Porque en este humilde pueblo bonaerense está mi casa. No hablo de la posesión inmobiliaria por la que Montoya nos cobra impuestos, hablo de una sensación de pertenencia, de una sensación de bienestar que puede estar opacada diariamente por nuestras lamentaciones críticas, por ese quejarnos de todo, pero que una vez en ella, nos hace sentir bien. Podremos irnos muy lejos, ausentarnos por mucho tiempo, pero en el fondo de nuestro corazón siempre está el deseo de volver a “nuestra” casa. Y aquí en el bar del Gallego, en el barrio junto a mis vecinos el Tano y el Polaco, en las conversaciones diarias y los rutinarios saludos con nuestros conocidos y nuestros amigos, está el verdadero bienestar.
Me pongo un tanto nostálgico pero es que como todavía no retomé el vertiginoso ritmo de estar al tanto de todo, de leer los diarios, de ver cinco veces la misma noticia en distintos noticieros de la televisión, de escuchar y escuchar hasta el cansancio los mismos personajes en la radio, es que me siento un tanto en las nubes.
Por eso hoy, al volver del boliche, voy a sacarle la funda al Winco, le soplaré el polvo a los antiguos discos y me voy a escuchar unos tangos flor y flor, así, Doña Ernestina, la mamá del Polaco, me escucha desde su casa y podrá susurrar, como de costumbre, que se escucha “el rumor de una orquesta” y concluya con mucha razón que “está de fiesta…. EL COSO DE AL LAO”

sábado, 17 de noviembre de 2007

Conservar...¿qué?

Puedo comprender que la mayoría del pueblo francés sea conservador. Conociendo la realidad de Europa hoy, y más teniendo una vaga idea de cómo son los franceses, puedo entenderlo. Incluso, y a pesar del mamarracho de su presidente, puedo también entender que el pueblo norteamericano tenga un cierto deslizamiento hacia lo conservador.
Sabe, mi amigo, en esos lugares, como que se me hace que hay cosas que conservar. El estándar de vida, el empleo, la seguridad social, etc., etc.
Lo que me anda preocupando un tanto, es que han aparecido (o al menos asoman la cabeza ahora) toda una pléyade de conservadores en nuestro país. Y me preocupa, porque en realidad, políticamente hablando, no hay mucho que conservar. Es más, yo diría que hay bastante que cambiar.
Cuando hablo de conservadores no me refiero al término partidista sino al alcance ideológico. En nuestro bendito país hasta los liberales son conservadores. Sería largo explicarlo, pero sé que hay muchos que me entienden.
Creo firmemente que, con altibajos, hay un camino nacional que merece ser recorrido. El movimiento nacional al que me refiero no tiene, hoy por hoy, anclaje partidario. Fue Yrigoyen en su momento, Perón en el suyo. Y a partir de de una honda separación de la sociedad argentina, el movimiento nacional se fue manifestando alternadamente en grupos, en minorías partidarias, en sectores intelectuales y en sectores marginados.
Reitero, hay un camino nacional que merece ser recorrido y que no tiene que ver con conservar nada de lo malo que nos ha sucedido. No tiene que ver con el éxito, ni con la economía. No tiene que ver, ni siquiera con la coyuntura. Tiene que ver con una visión de nuestro país que no se enseña. Da la impresión que como lo dijo Fukuyama todos toman por cierto que se terminó la historia. Da la impresión que como a algunos les fue bien con Menem, hay que volver a “eso” que nos dejó 20 por ciento de desocupación y triplicó nuestra deuda externa. Los que no quieren que pensemos, nos ofrecen como alternativa a Macri, un exitoso empresario que supo sacarle muy buen provecho al descalabro argentino. Me niego a pensar que no hay una solución auténticamente argentina al problema argentino.
Como dice Serrat, “prefiero la carne al metal… un bombero a un bombardero… crecer a sentar cabeza…”. Prefiero imaginar que si nos ponemos a pensar un país mejor en la mesa estarán muchos que piensan distinto de cómo lograrlo, pero que tienen el mismo sentimiento.
Tal vez sólo esté expresando deseos. Pero me pareció que hay cosas que hay que decirlas. Vio, así como me salen. Debemos aprovechar que hoy, gracias a Dios, no existe la terrible barrera que separó a la sociedad argentina de la segunda mitad del siglo XX: peronistas vs. antiperonistas. Gorilas hay, sí, y cada tanto asoman la cabeza…

Perder el tiempo

Estaba tomando unos mates bajo el emparrado del patio, esperando que nieve (cosa que naturalmente nunca ocurrió), cuando desde la derecha sentí un chistido. Dos aclaraciones: el que vive a la “diestra” de este sufrido escribiente es el Polaco Tundem, a la izquierda de mi honorable morada, vive el Tano Miggini. La segunda tiene que ver con una particularidad del Polaco: no me gusta que me chisten y este tipo es uno de los pocos que logra hacerme enojar.
Lo cierto es que a duras penas, detrás de un gorro colla, un poncho pampa y una bufanda escocesa, logré distinguir cómo el Polaco se asomaba por encima del tapial. Mi humor no era del mejor ya que yo estaba esperando ver nevar por primera vez en la vida y esa aparición me dio la pauta que mi espera sería en vano. Porque el Polaco es la mufa en persona.
“Escuchame perejil – me dijo – ¿no tenés nada que hacer más que andar perdiendo el tiempo tomando mate en el patio, con el frío que hace, haciéndote el pensativo?. Vení, vamos a tomar un vermú”.
Se dio cuenta, no?, amigo lector. El Polaco nació para fastidiarme. Levanté la vista con cierto desdén y muy lentamente y le espeté: “Mirá, vecinucho de cuarta, yo estaré perdiendo el tiempo, pero vos, estás perdiendo el tuyo espiándome a mí, y viendo qué es lo que estoy haciendo. Dejame en paz que estoy reflexionando…”. No vale la pena que refleje aquí la contestación del Polaco. Pero, me dejó pensando.
Etimológicamente la palabra escuela deriva de ocio en el antiguo griego. Y esta derivación tiene un sentido. Para los griegos, luego de la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano, el ocio era el momento adecuado para “ir a la escuela”. Para aprender. Para reflexionar.
Vamos a ser sinceros. Sócrates y sus alumnos eran una vagos bárbaros. Se la pasaban charlando, discutiendo, buscando razones. O sea, como diría mi tía abuela Asunción: no hacían nada productivo. A pesar de ello, el mundo occidental tal como es hoy, como ha evolucionado desde aquel entonces, no es explicable sin la presencia de esos “vagos” que se la pasaban pensando y tratando de descubrir “los primeros principios” de todas las cosas. Filosofaban.
Los grandes enemigos de Sócrates eran los sofistas. Estos también gustaban del buen ocio educador, pero daban a sus conclusiones una aplicación directa a la inmediata realidad que los rodeaba circunstancialmente, o sea, contestaban según la mejor conveniencia y con mucha practicidad. Los sofistas fueron los primeros mercaderes del pensamiento. Fueron los “creadores de imagen” de aquellos tiempos. Y, aparte de disfrutar del ocio, quisieron hacer negocio con sus habilidades. De allí la tirra que Sócrates les tomó. Y ofrecían sus servicios a políticos, guerreros, comerciantes, y todo aquel que necesitara de algunas palabras bonitas, de algunos aforismos floridos y de sentencias que parecieran definitorias.
Y todo esto viene a cuento por el tema de “perder el tiempo”. ¿Cuánto hace que no pierde el tiempo preguntándose, por ejemplo, qué será de nuestro futuro, de cómo le gustaría que fuere el futuro de sus hijos, de cuanto hay de verdad o de mentira en tantas cosas que escucha, mira o lee por ahí? ¿Qué será de nosotros, los humanos, dentro de unas décadas?
Por supuesto que toda esta reflexión me llevó un buen rato. El mate se enfrió, la nieve no asomó por este lado de la pampa húmeda y yo casi me ligo una pulmonía pensando en todas estas cosas bajo “el emparrado de mi patio viejo”.

jueves, 8 de noviembre de 2007

El diario de mañana

Ahora todos hablan con el diario de mañana abierto. Pululan los politicólogos, opinólogos, encuestólogos, y caradurólogos.
En estos tiempos, el bar del Gallego se pone un poco insoportable para quienes, como yo, suelo disfrutar más de la ficción que de esta pobre realidad que nos rodea. Y por ficción no quiero decir solamente literatura, arte, televisión, cine. Ficción es “jorobar” un rato, “cargar” con la cristalina esencia de la “buena leche”, de la amistad, del “hoy por mí y mañana por ti”. De esa forma de convivir un tanto sobreactuada para hacer “engranar” al más pintado, o a aquel que sabemos que va a enojarse. Pero con la estampa y presencia de varón.
Ojo! No discrimino. A lo que me refiero es a la actitud, no a la preferencia sexual. Conozco unos cuantos gays que merecen mi respeto justamente por eso, por su actitud.
Quizás debiera haber dicho estampa y presencia de caballero… aunque sea un anacronismo…
Por eso me aburren las tardes del boliche por estos tiempos. Al fin de cuentas una elección no es más que un accidente en nuestras vidas.
La cosa es que la mayoría sabía qué iba a pasar con las elecciones. Y no sólo a nivel local, también en todos los niveles que usted, amigo lector, se pueda imaginar. Desde explicaciones de porqué perdió tal o cual en esta u otra provincia, discusiones sobre las encuestas, sobre lo que tendrían que haber hecho los que perdieron y elogios (por supuesto) a las campañas de los ganadores.
Con el Tano y el Polaco mantenemos nuestra promesa de no hablar de política hasta después del 30 de noviembre. Claro que el Polaco se “sale de la vaina”, y no es para menos… Entonces, cuando en la mesa del rincón se habla de política, trata de meter un poco de púa sobre todo cuando está el Tano presente que tampoco se queda callado y expone sus opiniones como para no dejarle el camino tan fácil al otro. Yo me divierto, aunque en el fondo también tengo lo mío… porque por más escéptico que uno se muestre, tiene sus opiniones y sus preferencias… En fin, para que me entienda, a mi también me llegan al corazón estos temas. Por una cuestión de pasión.
Y por eso algunas cosas me hacen estrujar el alma. Es que, (y a esto no me puedo acostumbrar) las cuestiones personales, la posibilidad de mejor futuro con la derrota del propio, hace que, sin expresarlo abiertamente, muchos esperen la derrota de los suyos para medrar, política y económicamente. Es el frío cálculo que le gana al corazón, al sentimiento. Porque uno no vota con la cabeza, no, uno vota con el corazón, con el bolsillo, con el idealismo, con la imagen del candidato, con lo que uno cree que es el candidato, con la publicidad, con el slogan, pero no vota con el pensamiento. Y aquellos que así lo digan, se equivocan a sí mismos. Justamente por eso ya casi no se hacen propuestas. Y las que se hacen se parecen tanto entre sí que la verdad muchas veces hay que volver a la página anterior para recordar qué partido y qué candidato las está haciendo. Así es la cosa en este mundo mediatizado.
Pero, más allá de todo esto que merece ser analizado por “expertos” mantengo mi postura “sentimentalista” a la hora de elegir.
Al fin de cuentas uno no se casa con la mujer más sabia ni con la mujer más bonita… uno se casa con la mujer que le dio bola y a la que ama.
Hablando de todo esto me viene a la memoria una frase del escritor portugués José Saramago: “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”.
Claro, no hablaba del matrimonio…