jueves, 31 de enero de 2008

Más allá de nuestro ombligo...

La multiplicidad de noticias, informes, conocimientos que tenemos al alcance nuestro en esta era denominada “de la información”, verdaderamente es abrumadora. Realmente no sé si estamos más o mejor informados, lo que sí estamos “más rápido” informados. Se entiende?
No es que suceden más cosas, es que ahora tomamos conocimiento de ellas. Se desborda un río en Vietnam, estornuda el Presidente de Polonia, el de Francia se pone de novio con una modelo italiana, y así sucesivamente podríamos seguir enumerando la infinidad de tonterías de las que nos enteramos a través de los noticiarios televisivos, radiales o a través de los diarios. No todas son tonterías, claro, pero (entre nosotros) convengamos que la mayoría no nos aporta nada. Ni siquiera desde el punto de vista educativo. Dudo que a raíz de esta catarata informativa conozcamos más de historia, de geografía, del ser humano…
Esto deriva en dos estados de ánimo individual: por un lado nos sentimos como más “dueños” de nuestro mundo. Somos gente informada, che. Todo esto nos amplía el horizonte y de alguna manera “vemos” más allá de nuestro ombligo, de nuestro barrio, de nuestra “aldea”.
Pero por el otro lado, este supuesto conocer más, nos puede hacer dar cuenta de lo “pequeños” que somos. Da la impresión que este ancho mundo que antaño se medía en longitud y en tiempo, hoy es más grande que nunca a pesar que llegamos más rápido a dónde queramos. Es una paradoja. El hombre posmoderno sólo tarda unas horas en viajar al otro lado del planeta, pero es un hombre solitario, individual. Solo frente a la pantalla de la computadora, solo frente al televisor, solo escuchando con sus auriculares, y anda solo por esta vida compartiendo apenas lo que la tecnología le permite. Que realmente es muy poco, no pasa del mensaje de texto en celulares y computadoras.
Visto así, asusta un poco. No nos damos cuenta pero los cambios son vertiginosos cada día más. Basta con ver un poco a nuestro alrededor y comprobar lo distantes que se encuentran las generaciones. Antes existían puntos en común entre generaciones sucesivas. Hoy cada generación que sucede tiene menos puntos en común con la anterior. Un adolescente de 15 años comparado con un joven de 25 no parecen tener muchas cosas en común mediando entre ambos, apenas una década.
Tal vez sea solo una impresión. Una forma relativa de ver lo que pasa en nuestro mundo. Quiero decir, tal vez algunos estemos viejos y un poco más … lentos. Puede ser…
Pero que estos tiempos son un tanto más alienables que otros pasados, no hay duda. No digo que haya habido locos, siempre lo hubo y de toda calaña, pero hoy… hay cada uno!!
Como decía al principio, en la vorágine de información que nos llega resalto un hecho curioso. Sucedió en un vuelo comercial de Air Canadá que cubría el trayecto entre Toronto y Londres. Parece ser que el piloto enloqueció en pleno vuelo y debieron aterrizar (aterrorizados) de emergencia en un aeropuerto irlandés. Lo realmente llamativo es que el piloto no enloqueció así no más, el tipo (del que no dan ni nombre ni detalles) comenzó a vociferar y gritar pidiendo “hablar con Dios”.
¿Se imagina la situación? La persona que lo está conduciendo a 11 metros de altura sobre el Océano Atlántico, de pronto deja los controles de mando y comienza a mirar por el parabrisas o por alguna ventanilla, en varias direcciones como buscando algo y, con voz impostada y supuestamente importante, solicita y ruega que quiere “hablar con Dios”.
¿Lo habrá visto? Allí, tan alto, en el cielo. En esos paisajes que nos regalan los viajes en avión por sobre las nubes, con el brillante y firme azul celeste del firmamento. Paisajes más parecidos a las pinturas de la Capilla Sixtina que a algo real. Pregunto, ¿lo habrá visto? ¿O lo habrá escuchado? Qué misterio, qué cosas raras que nos depara nuestra mente.
Pero por suerte, y lejos de estas extravagancias, la conversación que sorprendí entre el Loco Vieytes y el Gallego al entrar al café, me trajo de nuevo a la banal realidad. “Mirá, Gallego, a mí me encantan las mujeres con mucho seno…” A lo que el galaico dispensador de bebidas contestó: “Con más de dos, me asustan…”

jueves, 24 de enero de 2008

El futuro en estas manos...

Navegando por la “red de redes”, me enteré que comenzó el denominado Foro Económico Mundial que se realiza en Davos, Suiza. Realmente me importa muy poco lo que unos señores muy poderosos y muy ricos hagan ya que está demostrado que las únicas soluciones o propuestas que surgen de esas reuniones son en provecho (obviamente) de los muy poderosos y de los muy ricos. No es que no tome en cuenta que las decisiones u orientaciones que de esos Foros surgen, terminan repercutiendo en nuestras vidas sino que como no soy ni muy poderoso ni muy rico, no guardo expectativas ni esperanzas. Hace más de un millón de años que algún mono se paró en sus patas traseras y hoy por hoy la mitad de mundo pasa hambre y la otra mitad gasta dinerales en dietas para no convertirse en obesos.
Pero lo que me llamó la atención fue que en esta ocasión, los participantes del Foro no sólo discutirán sobre el derrumbe bursátil o el terrorismo: los más ricos, poderosos y famosos del planeta hablarán de la ciencia del amor, los 'McMuseos', Facebook y la felicidad.
En la noche de apertura de la reunión anual de cinco días en Davos, los 2.500 delegados de 88 países podrán aprender a 'Resolver los misterios de la mente' si asisten a un panel con eminentes neurólogos, o participar en una sesión convocada bajo el intrigante título de 'Definiendo la grandeza humana'.
También podrán discutir sobre cómo enfrentar el dilema de aceptar o declinar una invitación para convertirse en "amigo" de alguien en sitios de internet como Facebook, Linkedin y Xing.
La discusión versará sobre si estos sitios, que han tenido un enorme crecimiento en los últimos años, pueden ser utilizados "más allá de la socialización, como una herramienta para crear contenidos, probar nuevos conceptos y desarrollar marcas", según el programa oficial.
Varios autores, entre ellos el brasileño Paulo Coelho, participarán en una sesión en la primera noche sobre 'La sabiduría de contar historias: utilizando la ficción para alcanzar la verdad'.
Otros debatirán sobre la proliferación de proyectos culturales como el Guggenheim de Bilbao y el Louvre de Abu Dhabi en la sesión 'McMuseos: ¿Puede la (alta) cultura ser transferida?'
Después del desayuno, el Foro se pone romántico con un taller sobre 'La ciencia del amor', con la profesora de antropología Helen Fisher, de la Rutgers University de Nueva Jersey, sobre cómo la neurociencia y la antropología pueden explicar por qué, cómo, con quién y cuándo la gente siente pasión y se enamora.
El sentido del olfato también es importante a la hora de tomar decisiones, y otra sesión explicará cómo los nervios receptores de nuestras narices están de hecho subutilizados.
En la noche, las sesiones van desde la religión con 'Sistemas de creencias, ¿hasta qué punto nos guian?', hasta la alta tecnología con 'Ciberespías: ¿una amenaza tangente?'.
Los hambrientos pueden asistir a una sesión sobre 'Comida, cultura y civilización' sobre las relaciones de los seres humanos con lo que comen, con la asistencia de chefs famosos como Hemant Oberoi del Taj Mahal Palace & Tower Mumbai, en India, y la estadounidense Alice Waters, del afamado restaurante californiano Chez Panisse, gran defensora del consumo de productos locales.
Fuera del programa oficial, los importantes ejecutivos y líderes políticos aprovechan la ocasión para reunirse de manera privada en sus habitaciones de hotel, donde se negocian acuerdos y fusiones multimillonarias.
Una charla sobre la 'Psiconomía' con el secretario general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Pascal Lamy, el viernes de noche atraerá posiblemente a una multitud interesada en conocer la influencia de la psicología en la toma de decisiones.
Otra sesión explorará los tabús: los costos y beneficios de romper un tabú, si los líderes pueden utilizarlos para conseguir sus objetivos o si pueden ser utilizados para impulsar la meta principal de los participantes de Davos, "mejorar el estado del mundo".
Y en las fiestas de cada noche, como la organizada por el buscador de internet Google, los delegados tendrán más oportunidades de conocerse y hacer negocios.
Como verán, todos muy preocupados por el destino del planeta. Sin palabras.

viernes, 11 de enero de 2008

Tiempos nuevos

El tipo llegó, plantó la sombrilla, acomodó la heladerita, desplegó dos sillitas de playa, dio dos o tres pasos alrededor como marcando territorio, oteó el horizonte todo a su alrededor mirándonos de soslayo.
Como le comenté, el Tano, el Polaco y yo llegamos tempranito a la playa. El fulano en cuestión casi siempre llega un poco después que nosotros y repite el mismo procedimiento todas las mañanas.
Al rato llega la patrona con el perrito. Entre ambos juntan algo así como 140 años, sin contar el perrito, claro, un cuzquito que me dice el Polaco que es de raza y cuesta mucho. Insisto en que no es muy diferente al pichicho de María, la dueña de la despensa de la otra cuadra, a lo que los dos, el Tano y el Polaco, contestan al unísono que no diga esas tonterías, que el cuzco de la María es marca perro, y este es un “?¿?¿” (no me pidan que lo escriba, no entendí el nombre y no se los iba a preguntar de nuevo, no?). Para mi, no es más que un cuzquito que va a la peluquería.
En mi postura influye, creo yo, la relación de la gente de campo con los perros en contraposición a la gente de ciudad. Para los citadinos los perros son mascotas. Objetos que se compran y se venden y a los que hay que cuidar como precisamente los califico, objetos con cierto valor.
Para los paisanos, el perro es un compañero de trabajo, un guardián, y a lo sumo, cuando le dirigimos la palabra es para decirle: ¡Juiiiiiira!! Con el caballo no nos pasa lo mismo. El paisano le habla, lo cuida, lo baña, lo peina, lo viste con sus mejores galas cuando hay fiesta. Pero el perro de campo no suele tener la misma suerte. Salvo los galgos que son apreciados para las carreras.
Me fui del tema. Quería hablar del “sargento” de “la sombrilla de al lao”. Sargento porque de alguna manera desde que llega comienza a dirigir la playa. “Señora, póngase un poquito más allá que después llegan los mocosos con las paletas y la van a llenar de arena”. “No le parece que sería mejor dejar la heladera debajo de la sombrilla para que no quede al sol?”. “Nene, porque no te ponés crema en esa espalda que a la noche no vas a poder dormir”. Y así, tantas otras frases que lo convierten en una especie de Director ad honorem de nuestras vidas playeras.
A mi no me dijo nada nunca. Debe ser por la cara que le puse en cuanto lo vi. O tal vez porque no debo caerle bien. Con el que suele hablar es con el Polaco, sobre todo cuando se quedan mirando alguna señorita que acaba de pasar. Es que el vejete aprovecha que la doña está dorándose al sol con los ojos cerrados. Comentarios de rutina que no vale la pena reproducir, claro, con algún agregado grosero del Polaco.
A los que no mira muy bien (obviamente) es a los amigos santafesinos. Esos que les conté la vez pasada. Realmente parecen muy, pero muy amigos. Que tanta vuelta, son una pareja de homosexuales.
Y el “sargento” está un tanto alterado. “A usted le parece?” le dijo al Tano, mientras Joaquín le pasaba la crema solar por todo el cuerpo a Rodrigo (así se llaman). “!Qué barbaridad!” contestó mi amigo que no pierde la oportunidad de criticar.
Me quedé pensando. Hace 80 años esta situación ameritaba una denuncia y posterior cárcel por indecencia pública. Hace 40 hubieran sido motivo de burla pública. Aún hoy, gente como el “sargento”, si lo dejaran, los metería presos. A mi ya no me asombra. Como no me asombra el desparpajo de los jóvenes que no tienen ese pudor inútil que se nos enseñaba y que impedía que nos pudiéramos expresar libremente. Libres... el sol me está haciendo mal... ya deliro... mejor termino.
Mis días de playa llegan a su fin. El yugo espera. Por unos días me di el lujo de no leer los diarios, no escuchar la radio, no ver la televisión. Si hubiera caído una bomba atómica no me hubiera enterado. Ah! Esto es vida... hasta la próxima.

viernes, 4 de enero de 2008

Vacaciones

El Tano me explicaba: “Mirá, no es una cuestión de modernos versus antiguos. De lo que se trata es que cada elemento cumpla la función para la que uno lo destina de la mejor manera”.
Tomó el pañuelo chorreante, recién mojado y lo estrujó un poco. Le hizo cuatro nuditos en los correspondientes vértices y se lo encajó en la cabeza. “Esto es vida, susurró con placer, y continuó: fijate en el patovita de la malla bordó, ves, tiene una excelente gorra que para lo único que le sirve es para hacer facha, porque para repeler los agobiantes rayos de Febo, no hay como mi pañuelo bien mojado. Será antiguo, pero es lo más efectivo”.
Como ya habrá comprendido, amigo lector, estoy con el Tano y el Polaco disfrutando de unos días en la playa. Así que mientras el Polaco mira mujeres, el Tano critica todo lo que se le cruza, me deleito en no pensar en nada, descanso más que nada de la rutina.
Eso sí, los tres somos playeros de ley. Nos levantamos a las 7, cargamos el calentador, la pava, la sombrilla, y las sillitas y nos quedamos hasta que anochece. De ahí a bañarnos y nos vamos a una pequeña cantina donde degustamos unas picadas que harían las delicias de toda la barra del bar del Gallego. Casi todos los dias igual.
Irse de vacaciones a un lugar concurrido es una excelente oportunidad de viajar por todo el país. En la playa, en la sierra, o donde fuera, uno tiene oportunidad de conocer gente de toda nuestra patria, distendida, en general amable, y con ganas de contar historias. Por eso, somos los más sociables de la playa. Ya hemos hecho buenas migas con una familia cordobesa, un matrimonio mayor y encantador de Mendoza, una parejita pampeana, y dos jóvenes amigos (muy amigos) que vinieron de Santa Fe.
Y por más reacio o tímido que uno sea, la playa nos “amontona” y nos “obliga” a convivir en una especie de “consorcio” con reglas de convivencia bastante particulares. Allí no hay alambradas pero nuestros espacios están delimitados y son respetados por todos. Claro, nunca faltan los chiquilines de 20, 30 o 40 años que juegan a la pelota a medio metro de la gente y reparten arena a diestra y siniestra con cada pelotazo.
Después están los personajes y los distintos tipos de personas. Todos los días uno no anda fijándose tanto en los demás. Pero aquí, junto al mar y con mucho tiempo ocioso, uno fija la mirada en todos. El viejo lobo de mar, curtido, tostado, atlético. La gorda inmensa con sus inmensos bolsos, su inmensa heladera y sus deliciosas vituallas para pasar el día. El típico oficinista que esconde su panza contorsionándose y traba sus lánguidos músculos para tratar de impresionar. Las chicas, ah, las chicas. Aquí hay todo una pasarela de posibilidades que uno nunca imagina que puedan existir. Hay muchos más. Pero en el desconocimiento uno encuentra rarezas permanentemente.
Y sí, por supuesto, también está el paisaje. Ese mar inmenso en permanente movimiento. Imponente. Aún hoy, me sigue asombrando esa muestra de vitalidad de la naturaleza.
En fin, como verán, una de mis pasiones es no hacer nada. Dicen que el trabajo dignifica al hombre. Bien, estoy de acuerdo y por lo tanto hice un pequeño intervalo a este “mirar la luna” para escribir . Pero, no mucho más. No es cuestión de mezclar los tantos.